Traída por Miguel de Unamuno, tenemos a la tía Tula, una novela fácil de leer, de gustable, que nos muestra a Tula, una mujer diferente de la concepción de mujer para la época, liberadora, una mujer sin intención de casarse o de tener amoríos, sin embargo expresa mucho su sentido maternal.
Miguel de Unamuno nos da un regalo con una de sus mejores obras, "La tía Tula".
Un fragmento de la novela, nos recuerda la relación de Rosa y Ramiro, una vista de ellos, algo tierno y que nos expresa el amor de éstos.
"Primero el noviazgo, aquel noviazgo, aunque no muy prolongado, de lento reposo, en que Rosa parecía como que le hurtaba el fondo del alma siempre, y como si por acaso no la tuviese o haciéndole pensar que no la conocería hasta que fuese suya del todo y por entero; aquel noviazgo de recato y de reserva, bajo la mirada de Gertrudis, que era todo alma. Repasaba en su mente Ramiro, lo recordaba bien, cómo la presencia de Gertrudis, la tía Tula de sus hijos, le contenía y desasosegaba, cómo ante ella no se atrevía a soltar ninguna de esas obligadas bromas entre novios, sino a medir sus palabras.
Vino luego la boda y la embriaguez de los primeros meses, de las lunas de miel; Rosa iba abriéndole el espíritu, pero era este tan sencillo, tan transparente, que cayó en la cuenta Ramiro de que no le había velado ni recatado nada. Porque su mujer vivía con el corazón en la mano y extendía esta en esto de oferta y con las entrañas espirituales al aire del mundo, entregada por entero al cuidado del momento, como viven las rosas del campo y las alondras del cielo. Y era a la vez el espíritu de Rosa como un reflejo del de su hermana, como el agua corriente al sol de que aquel era el manantial cerrado.
Llegó, por fin, una mañana en que se le desprendieron a Ramiro las escamas de la vista y, purificada esta, vio claro con el corazón. Rosa no era una hermosura cual él se había creído y antojado, sino una figura vulgar, pero con todo el más dulce encanto de la vulgaridad recogida y mansa; era como el pan de cada día, como el pan casero y cotidiano, y no un raro manjar de turbadores jugos. Su mirada, que sembraba paz, su sonrisa, su aire de vida, eran encarnación de un ánimo sedante, sosegado y doméstico. Tenía su pobre mujer algo de planta en la silenciosa mansedumbre, en la callada tarea de beber y atesorar luz con los ojos y derramarla luego convertida en paz; tenía algo de planta en aquella fuerza velada y a la vez poderosa con que de continuo, momento tras momento, chupaba jugos de las entrañas de la vida común ordinaria y en la dulce naturalidad con que abría sus perfumadas corolas.
¡Qué de recuerdos! Aquellos juegos cuando la pobre se le escapaba y la perseguía él por la casa toda fingiendo un triunfo para cobrar como botín besos largos y apretados, boca a boca; aquel cogerle la cara con ambas manos y estarse en silencio mirándole el alma por los ojos y, sobre todo, cuando apoyaba el oído sobre el pecho de ella, ciñéndole con los brazos el talle, y escuchándole la marcha tranquila del corazón le decía: «¡Calla, déjale que hable!»
Bibliografía: UNAMUNO,Miguel.LatíaTula.España:HerederosDeMuguelDeUnamuno,1970.p.52-53.
Se ve un libro muy interesante ^^ Gracias por presentarlo x3
ResponderEliminarSe ve que es muy interesanta
ResponderEliminarQué genial :D Muy interesante y bonito, jaja, lo leeré.
ResponderEliminarMaravilloso se ve muy interesante :)
ResponderEliminar¡Qué bello encontrar sitios con tan exquisita literatura!. Unamuno en éste fragmento hace que uno quiera vivir enamorado.
ResponderEliminarGracias por recomendar este libro tan maravilloso :)
ResponderEliminarNiñas este trabajo ha superado cualquier objetivo trazado desde la planeación del área. Mis más sinceras felicitaciones. Enriquecen cada tema nuevo de una forma sorprendente. Gran admiración!
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