jueves, 1 de mayo de 2014

Fragmento

AQUÍ UN FRAGMENTO, ¡ESCÚCHENLO!






Miguel de Unamuno y Jugo (biografía)



Nació el 29 de septiembre de 1864 en Bilbao (España). Hijo de Salomé de Jugo y de Félix de Unamuno, un comerciante que había hecho fortuna en México. Fue el tercero de seis hermanos. Su padre murió cuando él tenía cinco años. 

Cursó estudios en la Universidad de Madrid donde se doctoró en Filosofía y Letras con la tesis titulada Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca (1884). Fue catedrático de griego en la Universidad de Salamanca desde 1891 hasta 1901, en que fue nombrado rector. 

Formado intelectualmente en el racionalismo y en el positivismo, durante su juventud simpatizó con el socialismo, escribiendo varios artículos para el periódico El Socialista, donde mostraba su preocupación por la situación de España, siendo en un primer momento favorable a su europeización, aunque posteriormente adoptaría una postura más nacionalista. Las influencias de filósofos como 
Arthur Schopenhauer, Adolf von Harnack o Sören Kierkegaard, entre otros contribuyeron a que rechazara el racionalismo, al que contrapone la necesidad de una creencia voluntarista de Dios y la consideración del carácter existencial de los hechos. Sus meditaciones sobre el sentido de la vida humana, en el que juegan un papel fundamental la idea de la inmortalidad y de un dios son un enfrentamiento entre su razón, que le lleva al escepticismo y su corazón, que necesita desesperada mente de Dios. Sus dos grandes obras sobre estos temas son Del sentimiento trágico de la vida (1913) y La agonía del cristianismo (1925). 

En el año 1914 fue obligado a dimitir de su cargo académico por sus ataques a la monarquía de 
Alfonso XIII. Fue confinado a Fuerteventura (Islas Canarias) en 1924 por su enfrentamiento con la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Más adelante se radica en Francia, en exilio voluntario hasta 1930, año de la caída del régimen de Primo de Rivera. Regresó a su cargo de rector en Salamanca, que no abandonaría hasta su muerte. 

Su poesía exalta las tierras de Castilla, considerada la médula de España, su narrativa comienza con Paz en la guerra (1897) y continúa con Niebla (1914), La tía Tula y San Manuel Bueno, mártir (1933). Entre su obra poética destaca El Cristo de Velázquez (1920), mientras que su teatro tuvo menos éxito, pues la densidad de ideas no va acompañada de la necesaria fluidez escénica; en este terreno destacan Raquel encadenada (1921), Medea (1933) o El hermano Juan (estrenada en 1954). 

Aunque al principio fue comprensivo con la sublevación del Ejército español que en seguida encabezó el general 
Francisco Franco, pronto les censuró públicamente: en un acto celebrado en la Universidad de Salamanca, su comentario "venceréis, pero no convenceréis", provocó la respuesta del general Millán Astray, uno de los sublevados: "¡Viva la muerte y muera la inteligencia!". Sus últimos días los pasó recluido en su domicilio de Salamanca. 


Miguel de Unamuno falleció el 31 de diciembre de 1936 en esta ciudad.
 


Tomado de: http://www.buscabiografias.com/bios/biografia/verDetalle/1299/Miguel%20de%20Unamuno

Miguel de Unamuno y Jugo.



Como sabrán, el escritor de "la tía Tula", Miguel de Unamuno es conocido por su muy buena calidad literaria, pero también es una persona que genera curiosidad, con actos como:

*Una vez se encontraba dando una conferencia en la universidad de Salamanca y generó murmullos en el público debido a que citó a Shakespiare como sonaría en español "Shaquespare" y no como debería sonar en inglés "seikspir",repitió el acto, sin embargo luego de que alguien dijo algo al respecto, la charla continuo en un perfecto inglés del escritor.
  
*Unamuno tenía habilidades para el dibujo.

(Su auto-retrato)

*Aficionado a la "cocotología" (papiroflexia) como la llamaba él, llegando hasta tener 200 pajaritas hechas con ésta técnica. 
*Portó una pajarita de plata (regalo de un admirador), decía irónicamente que "era el único partido político al que le había sido fiel desde pequeño".




La tía Tula.

Traída por Miguel de Unamuno, tenemos a la tía Tula, una novela fácil de leer, de gustable, que nos muestra a Tula, una mujer diferente de la concepción de mujer para la época, liberadora, una mujer sin intención de casarse o de tener amoríos, sin embargo expresa mucho su sentido maternal.

 Miguel de Unamuno nos da un regalo con una de sus mejores obras, "La tía Tula".
Un fragmento de la novela, nos recuerda la relación de Rosa y Ramiro, una vista de ellos, algo tierno y que nos expresa el amor de éstos. 

"Primero el noviazgo, aquel noviazgo, aunque no muy prolongado, de lento reposo, en que Rosa parecía como que le hurtaba el fondo del alma siempre, y como si por acaso no la tuviese o haciéndole pensar que no la conocería hasta que fuese suya del todo y por entero; aquel noviazgo de recato y de reserva, bajo la mirada de Gertrudis, que era todo alma. Repasaba en su mente Ramiro, lo recordaba bien, cómo la presencia de Gertrudis, la tía Tula de sus hijos, le contenía y desasosegaba, cómo ante ella no se atrevía a soltar ninguna de esas obligadas bromas entre novios, sino a medir sus palabras.
Vino luego la boda y la embriaguez de los primeros meses, de las lunas de miel; Rosa iba abriéndole el espíritu, pero era este tan sencillo, tan transparente, que cayó en la cuenta Ramiro de que no le había velado ni recatado nada. Porque su mujer vivía con el corazón en la mano y extendía esta en esto de oferta y con las entrañas espirituales al aire del mundo, entregada por entero al cuidado del momento, como viven las rosas del campo y las alondras del cielo. Y era a la vez el espíritu de Rosa como un reflejo del de su hermana, como el agua corriente al sol de que aquel era el manantial cerrado.
Llegó, por fin, una mañana en que se le desprendieron a Ramiro las escamas de la vista y, purificada esta, vio claro con el corazón. Rosa no era una hermosura cual él se había creído y antojado, sino una figura vulgar, pero con todo el más dulce encanto de la vulgaridad recogida y mansa; era como el pan de cada día, como el pan casero y cotidiano, y no un raro manjar de turbadores jugos. Su mirada, que sembraba paz, su sonrisa, su aire de vida, eran encarnación de un ánimo sedante, sosegado y doméstico. Tenía su pobre mujer algo de planta en la silenciosa mansedumbre, en la callada tarea de beber y atesorar luz con los ojos y derramarla luego convertida en paz; tenía algo de planta en aquella fuerza velada y a la vez poderosa con que de continuo, momento tras momento, chupaba jugos de las entrañas de la vida común ordinaria y en la dulce naturalidad con que abría sus perfumadas corolas.
¡Qué de recuerdos! Aquellos juegos cuando la pobre se le escapaba y la perseguía él por la casa toda fingiendo un triunfo para cobrar como botín besos largos y apretados, boca a boca; aquel cogerle la cara con ambas manos y estarse en silencio mirándole el alma por los ojos y, sobre todo, cuando apoyaba el oído sobre el pecho de ella, ciñéndole con los brazos el talle, y escuchándole la marcha tranquila del corazón le decía: «¡Calla, déjale que hable!»

Bibliografía: UNAMUNO,Miguel.LatíaTula.España:HerederosDeMuguelDeUnamuno,1970.p.52-53.